domingo, 17 de diciembre de 2017

M. Europa después T. Utrecht

Resultado de imagen de M. Europa después DE. UtrechtLos orígenes de la ciudad se remontan a época romana; en época del emperador Claudio se ordenó la construcción de una línea defensiva a lo largo del Rin, dando lugar a la línea fronteriza más al norte del imperio. Una de las fortalezas se construyó en un cruce en el río, recibiendo el nombre de Trajectum o Ultra Trajectum. Con el paso del tiempo y bajo la influencias de los avatares de los diferentes períodos históricos, estes vocablos fueron derivando paulatinamente en diversas formas (Uut- Trecht, Trecht), debido sobre todo a un error de pronunciación, hasta alzanzar el nombre actual de Utrecht. En época romana, alrededor de estas fortificaciones (que albergaban una cohorte de 500 soldados) se iría asentando paulatinamente todo un conglomerado de artesanos y comerciantes, además de grupos de familias.

A partir de mediados del siglo III, tribus germánicas fueron periódicamente invandiendo estos territorios. Alrededor del año 275 los romanos no pudieron contener la línea fronteriza norte, teniendo como consecuencia que Utrecht fuera abandonado.

A finales del siglo VII, el misionero inglés Willibrord se estableció en Utrecht, adentrando la doctrina cristiana en estas tierras y erigiéndose, por nombramiento del Papa, en el primer obispo de la zona. En el 723 el rey Franco cedió la fortaleza de Utrecht y sus tierras circundantes a la jerarquía eclesial. De esta forma, Utrecht sentaba la base de su posterior papel como centro religioso y económico de primer orden. Baste con mencionar al respecto, que el primer Papa no italiano de la Historia fue de Utrecht, Florenszoon Boeyens Adriaan, en el año 1522.
La ciudad fue visitada hacia el año 965 por el viajero hispano-judío Ibrahim ibn Ya'qub, quien describe la economía basada no en el cultivo sino en los rebaños y la lana, materia prima de las valiosas capas frisonas. También nota el uso de turba en vez de leña. Utrecht es un centro mercantil sin parangón.1
Tras el dominio absoluto de Carlos V durante buena parte del siglo XVI, en 1579 las siete provincias del norte firmaron la Unión de Utrecht, para hacer frente a la hegemonía española. Es visto como el comienzo de la República holandesa. Hay que mencionar que en los últimos instantes del siglo XVI comenzó una etapa de decadencia, a consecuencia de su anquilosamiento temporal como centro del cristianismo católico, en una esfera mayoritariamente protestante. El peso político se desplazaría de Utrecht hacia la parte holandesa. En el siglo XVII Amsterdam se convertiría en la ciudad por antonomasia de los Países Bajos. Aún así, Utrecht siguió conservando importancia como centro cultural y económico.
Su notable Catedral fue construida mayoritariamente entre 1254 y 1320, y en 1420 se construyeron las últimas partes. Ya no era la época de las grandes catedrales y se desestimó la construcción de unos arbotantes. En 1674 su parte central fue derruida por un tornado y su notable torre está hoy en día separada de la iglesia, y lo que fue parte de su nave central, una plaza pública.
El nombre Utrecht aparece más de una vez en la Historia relacionado con tratados y negociaciones importantes. Aquí se llevó a cabo entre otros, el Tratado de Utrecht relativo a la Guerra de Sucesión española en el siglo XVIII, que además determinó las soberanías sobre varios territorios entre las diversas potencisa europeas, incluyendo territorios coloniales.

En el siglo XIX, se convertiría en la sede central del ferrocarril holandés (aún hoy en día lo es), gracias a su ubicación geográfica privilegiada. Ello posibilitó un desarrollo industrial y económico muy considerable, llevandose a cabo la reconversión y modernización de la ciudad. Todo ello, junto al restablecimiento de Utrecht como el centro católico de los Países Bajos, posibilitó que la urbe despertara del latente ostracismo del siglo XVIII y recuperara cierto esplendor de antaño.

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